Era ya
evidente en Junio que el PP era un partido carcomido por la corrupción, que no
es cuestión de cuatro o cinco chorizos sino una trama organizada, no sólo para
conseguir financiación y sobresueldos sino para favorecer los intereses de un
empresariado que se enriquece a costa de las concesiones administrativas y no
sólo por la obra pública sino de aquellos que se benefician de las
privatizaciones de los servicios públicos, las listas de espera en la sanidad y
especialmente de las reformas laborales que recortan salarios y derechos a la
clase trabajadora garantizándoles así el aumento de sus tasas de beneficio.