viernes, 11 de septiembre de 2015

Javier Parra: El PCE como certeza de futuro




El Partido Comunista debe convertirse en el Estado Mayor de ese ejército formado por la clase obrera española. El que marque los tiempos, el que despierte tanta pasión en nuestras filas (el pueblo) como odio en las filas del enemigo (su saqueador y explotador).
 
Para la clase trabajadora de nuestro país no son estos precisamente tiempos de certezas. Como tampoco para buena parte de la izquierda, sus organizaciones y sus militantes. Incluso las certezas de siempre aparecen confusas y distorsionadas, como vistas a través de un cristal golpeado por un aguacero. De un cristal a través del que vemos la realidad. Pero que el cristal a través del que miramos acabe tornándose borroso no quiere decir que esa realidad de ahí afuera sea distinta, que las certezas hayan dejado de ser tan ciertas como siempre, como tampoco quiere decir que el enemigo haya dejado de ser el enemigo, o que éste haya dejado de querer acabar con nosotros.

Vivimos días de tormenta; en los que sobre los cristales se precipitan con fuerza espejismos y mentiras, anunciadas por falsos mesías, por los telepredicadores de turno y por los mercenarios de la pluma. Anuncian que la izquierda está muerta, que la clase obrera ya no existe, que no hay alternativa al capitalismo, que sobran los partidos… sobre todo si se llama Partido Comunista.


En este claroscuro en el que nos encontramos, ese donde lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir que diría Gramsci, conviven de manera simultánea la esperanza de muchos por un gran e inminente cambio en nuestro país, con la preocupación de otros tantos por ese omnipresente ataque y permanente cuestionamiento de las organizaciones de clase y de la propia izquierda. El ejemplo de la tragedia de la izquierda italiana fruto de la disolución del PCI recorre a la izquierda española como una posibilidad que amenaza con hacerse realidad si persiste el empeño de algunos por enterrar al PCE, o de convertirlo en un elemento testimonial y pasivo en la política española.

Sin embargo – y esta es la mala noticia para quienes han dedicado años, millones de euros y lo peor de sí mismos en conseguirlo – eso no sucederá. Y no sucederá porque los y las militantes del PCE deseamos todo lo contrario; reconstruir el Partido Comunista como herramienta de la clase trabajadora y para la clase trabajadora; como instrumento revolucionario que no viva a merced de los vaivenes electorales, como Partido organizado por y para la Revolución, y no únicamente para participar en las siguientes elecciones.

Ante las incertidumbres del presente, el Partido Comunista de España debe aparecer como la verdadera y espléndida certeza del futuro.

Ante las incertidumbres del presente, el Partido Comunista de España debe aparecer como la verdadera y espléndida certeza del futuro. Porque suceda lo que suceda durante los próximos meses, pase lo que pase en las elecciones generales, se rompa o no la espina dorsal del régimen del 78, afrontemos un proceso constituyente o seamos estafados por una nueva “Transición”, hay dos cuestiones que son inapelables: que hay un día siguiente al de las elecciones donde la lucha debe continuar, y que en esa lucha la clase trabajadora necesita (sea consciente o no) al Partido Comunista.

Porque lamentablemente la realidad actual es que la clase obrera española es un ejército diezmado, dividido, confuso y carente de capitanes y generales capaces de organizar una contraofensiva en todos los frentes para la recuperación de los derechos perdidos y para la conquista de nuevos derechos, pero sobre todo, para dar un sentido de transformación socialista a las luchas. Por eso el Partido Comunista debe convertirse en el Estado Mayor de ese ejército, el que marque los tiempos, el que despierte tanta pasión en nuestras filas (el pueblo) como odio en las filas del enemigo (su saqueador y explotador). Eso no se consigue en un día, no se consigue en los platós de televisión, no se consigue jugando con las reglas del juego del adversario, sino cambiando las reglas. Necesitamos un Partido organizado en el conflicto, en las empresas, en el ejército, como refuerzo del tejido social, como impulsor de una nueva Cultura, organizado para un proyecto transformador de futuro, que marque su propia agenda, y donde las elecciones solo sean una herramienta más en el camino, y donde los resultados sean una consencuencia de todo el trabajo anterior bien hecho, y no dependan de la voluntad de los grandes medios de comunicación, ese cristal a través del que hoy mira la mayoría de la población.

Ese es el Partido que queremos, el Partido que necesitamos, el Partido por el que la mayoría de los militantes nos dejamos cada día lo mejor de nosotros mismos. Que nadie decaiga; el futuro sigue siendo nuestro.

Javier Parra


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